Cuando la DAMA DEL JAZZ pasó a la inmortalidad

Mito y leyenda del jazz, Billie Holiday hizo lo que puedo dentro de una vida atormentada, de la que pudo salvarse -de alguna manera- gracias a la música. Al día de hoy, es esa luz para millones de cantantes que, además de tomarla como referente en su arte, pueden ver una vida tortuosa, atravesada por variados contratiempos, que terminaron de forjar a una mujer única e irrepetible.

Venía muy mal barajada la vida de Billie. Ariana de pura cepa, nació en Filadelfia, un 7 de abril de 1915, bajo el nombre de Eleanora Fagan. Pero, como ella misma lo describió en su autobiografía, “Mis padres eran un par de críos cuando se casaron. Él tenía 18 años; ella, 16, y yo 3″. Su madre, Sadie Fagan, la tuvo cuando tenía trece años y su padre, Clarence Holiday, era guitarrista y bajista de jazz. A la primera chance que tuvo, hizo las valijas y se marchó.
Sadie tampoco era un derroche de virtudes. Ella misma era una niña para ser madre, por lo que dejaba demasiadas veces a la niña en cuidado de parientes que dejaban bastante que desear. Vivió más que nada con su abuela que era hidrópica. Una noche, mientras la cuidaba, falleció en sus brazos, mientras ambas dormían. Cortesía de sus familiares, tuvo un sentimiento de culpa que la acompañó toda su vida.
A los diez años, fue detenida en Baltimore por robar medias de un local y la enviaron a un reformatorio catélico. La mayoría de las internadas tenían entre 14 y 18 años, Billie, 10. Allí la hacían rezar todo el tiempo, lo cual le resultaría útil para cantar, al desarrollar una dicción clara. A todo esto, fue víctima de una violación, a cargo de un vecino que la raptó a la salida del colegio. Se dijo que era un proxeneta para quien trabajaba su madre. Este desgraciado apenas cumplió tres meses de prisión mientras que Billie fue condenada por “haberlo provocado”.

El gran Miguel Abuelo cantó “Yo no pedí nacer así, son cosas mías” y algo de eso hay en la vida de Billie. Siempre con el ojo atento a recibir una puñalada trapera de la vida. Escapa de “la escuela” para marcharse a Nueva York. Allí es cuando, además de ayudar a su madre con trabajos de empleada doméstica, comienza a ejercer la prostitución. Todo de manera muy precaria y en pésimas condiciones de vida. Alli es cuando la pasión por la música y el jazz empieza a surgir. Mientras limpiaba las casas, Billie cantaba. Aqui un punto al respecto. Las terribles condiciones de trabajo empujaron a miles de mujeres a la prostitución, para garantizar su supervivencia y la de sus hijas e hijos. A esto, había que sumarle el racismo que atravesaba a la Sociedad norteamericana en esos años.

Fue en los burdeles y clubes nocturnos donde perfeccionó su talento cantando de mesa en mesa, siendo cada una de ellas un mundo en particular. De esta manera aprendió Billie a cantar la misma canción de diferentes formas. Es menester recordar que, en esa época, no se usaban micrófonos para amplificar la voz. Con un talento innato, le brindaba a cada interpretación una impronta propia ligada a la actuación. Digamos también que no sabía leer partituras ni los tonos en los que cantaba. Lo hacía todo “de oido”.

Comenzó su carrera artística cuando en 1932, el productor musical y cazatalentos John Hammond escuchó a Billie y la ayudó a sacar al año siguiente sus dos primeros discos, fue el primero Your Mother’s Son-In-Law. Parecía que la Diosa Fortuna se apiadaba de la gran voz de ébano y le extendía su mano. Pasó a ser la vocalista de una banda encabezada por Benny Goodman. En 1935 debuta en el prestigioso teatro Apollo y aparece en un cortometraje junto al gran Duke Ellington. Para 1937 se incorpora a la orquesta de Count Basie iniciando una época de esplendor en la que, en paralelo, conoce a su gran amigo, Lester Young -quien la bautiza “Lady Day’-. A comienzos de los años 40, se abre el Café Society, en Nueva York, un club que contó con muchos de los mejores músicos negros del momento. La atmósfera política se fue haciendo palpable, hasta convertirlo en un oasis en el que una pareja negra podía sentirse cómoda entre blancos. Billie cantó en el Café Society donde su interpretación de “Strange Fruit” (la historia del linchamiento de un negro y una dura condena al racismo) le dio una enorme popularidad, marcando un antes y un después de su carrera.

“De los árboles del sur brota una fruta extraña/ Sangre en las hojas y sangre en la raíz/ Cuerpos negros balancedndose en la brisa sureño/ Extraña fruta cuelga de los álamos/ Escena pastoral del gallardo sur/ Los ojos saltones y la boca torcida/ Aroma a magnolias, dulce y fresco/ y el repentino olor a carne quemada/ Aquí está la fruta para que la arranquen los cuervos/ Para que la lluvia la tome, para que el viento la aspire,/ para que el sol la pudra, para que el árbol la deje caer/ Aquí hay una extraña y amarga cosecha”.

Billie conocía bien al racismo asi como el riesgo a interpretar la canción con un público blanco. Había sido prohibida en bares por “negra” e insultada por clientes al escuchar su nombre. La muerte de su padre era una marca. Enfermo de neumonía, lo dejaron morir al ser abandonado en la puerta de un hospital de Dallas que no atendía a negros. La canción se transformó en un simbolo de resistencia contra la discriminación pero esto no impidió que el sello Columbia no quisiera grabarla. Finalmente, salió por uno de sus sellos satélites, como era Commodore Records. Las radios no aceptaron pasarla al aire y algunos empresarios pedían quitar el tema para firmar algunos contratos. Billie no aceptó.

“Todavía me deprime cada vez que la canto porque me recuerda la forma en que murió papá. Pero tengo que seguir cantándola, no solo porque me la piden, sino porque veinte años después de su muerte, las cosas que mataron a papá siguen ocurriendo en el sur”.

Billie contaba con un estilo sofisticado para cantar. Una forma especial de frasear y una entonación profunda que se diferenciaba inmediatamente del tradicional jazz que imperaba en la época. Estaba un paso más adelante en la interpretación. “God Bless the Child”, “Travlin” Light”, “Gloomy Sunday”, “Lover Man”, “Summertime”, “I’ll be seeing you”, “Crazy he calls me”, “Body and Soul” son algunos de los temas que se hicieron clásicos en su voz. Durante la década del 40 graba cerca de doscientas canciones, algunas de ellas piezas magistrales del jazz como “Our love is diferent”, “Love My Man” o “Fine and Mellow” junto a Lester Young.

Pero será en algún momento en que empieza a cambiar el rumbo de su vida. A partir de 1940 comienza la espiral del consumo de drogas y alcohol que la terminaria llevando a la tumba. Fumaba marihuana desde muy temprana edad (doce o trece años) pero la heroína la destruyó. En 1947 fue condenada a prisión por tenencia de estupefacientes, retirándole el permiso de trabajo en establecimientos que expendían alcohol. Esto ocurre pocas semanas después de que se le pidió que no cante más “Strange Fruit”. Así, sus actuaciones se limitan a teatros. Dos años más tarde, es detenida en San Francisco pero acepta ingresar a destintoxicación para no ir a la cárcel. En 1956 es arrestada en Filadelfia, debiendo pagar fianza e ingresando a una clínica contra las drogas. Su salud empeoraba y su cuerpo aparecía cubierto de pinchazos.

Su vida amorosa fue igualmente tempestuosa. Bobby Henderson fue su pareja por un corto tiempo. En agosto de 1941 se casa con Jimmy Monroe, un trompetista de jazz. El
matrimonio duró seis años. En 1952, vuelve a pasar por el registro civil, esta vez con Louis McKay, un mafioso. También tuvo algún affaire con Charles Laughton y el mismísimo Orson Wells. Justamente, a Mackay le dedica la canción “My man” ya que, mientras impulsa su carrera y la aparta de las drogas, la usa para ganar dinero y golpearla. La letra de la canción decía “No sé por qué tengo que hacerlo / No es honesto / Me pega, también / ¿Qué puedo hacer? / Oh, mi hombre, lo quiero tanto».

Su voz se volvía cada vez más ronca a causa del alcohol y el tabaco. A veces no reconocía los temas. Se equivocaba las letras y no sabía cuándo entrar. Ni hablar de mantenerse en pie. En septiembre de 1954 sube ebria al escenario del Carnegie Hall. Consumida por las drogas y alcoholizada, graba su penúltimo disco en estudio Lady Satin, en 1958. Su voz ronca y madura continúa siendo única. En los últimos meses de dicho año ya no cantaba, recitaba. Pero la magia seguía intacta.
El 15 de marzo de 1959, muere Lester y Billie dice “Le seguiré en breve”. Realiza una aparición en mayo en el Phoenix Theatre de New York, en mal estado, para interpretar únicamente dos canciones. Entra en la curva final de su existencia. El de 30 mayo fue internada de urgencia y el diagnóstico es malo: tiene cirrosis, insuficiencia renal y agotamiento extremo. Pero a la semana, su abogado la visitaba y le llevaba discos, un tocadiscos y ¡cerveza! El 11 de junio es arrestada, en su habitación, al encontrarse drogas debajo de su almohada. Siempre quedó la duda respecto de si no se las habían “plantado”. Más aún que era, prácticamente, la drogadicta más famosa (y encima, negra) del país.

Será por estas cuestiones que abrimos la nota con la relación con Job. Mucha mala fortuna para Billie como para sostenerse a través del tiempo. Por esto, su obra se resignifica y potencia a través del tiempo. Sin pelos en la lengua, fue estandarte contra el racismo y también abrió una ventana diferente al momento en que se confesó como bisexual, especulándose de haber tenido aventuras con la actriz Tallulah Bankhead, si bien Tallulah desmintió todo.
Su voz impactó con poderoso sentimiento en todo aquel que la escuchara. La combinación de rabia, pena y búsqueda de un destino que se obstinaba en serle esquivo se fundian en cada una de sus interpretaciones. Esa especie de Vía Crucis en el que se embarcó para redimir un alma que no tenía ningún tipo de culpabilidad. Solo hacer frente a los hechos con el corazón en la mano y la voz como espada para abrirse paso frente al mundo, tras el calvario de su existencia.

El 17 de julio de 1959, la cantante, arrestada por consumo de drogas, pasa a la inmortalidad en una cama del hospital de Nueva York víctima de la cirrosis. La acompaña únicamente su perro. Tenía solo 44 años de edad. Ya estaba libre de seguir soportando el paso por una Tierra que no fue todo lo justa que ella se merecía y a la que regaló una voz eterna en el corazón, no solo del jazz, sino de la música popular de la pasada centuria.

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