En 1852, Domingo Faustino Sarmiento creó la Quinta de Agricultura, un ente que fue decisivo en la transformación de la industria del Malbec. Su primer director fue Michel Pouget, quien trajo de su tierra natal las primeras semillas de esta variedad. En ese momento, los Malbec originales de Burdeos ganaban la calificación de Grand Cru y así continuó hasta 1862 cuando la filoxera –un insecto que destruye la vid– atacó y devastó las viñas de la región suroeste de Francia. Si bien durante años el Malbec fue olvidado, en Argentina se encontraron plantas originales de Côt, como se conoce a la variedad en Francia, y se comprobó que se había adaptado mejor que en sus terruños de origen.

Este vino de color púrpura intenso y cuerpo medio, que marida perfecto con carnes rojas suaves y quesos cremosos, convirtió a la República Argentina en un exponente inigualable de un vino particular. En todo el territorio existen más de 220.000 hectáreas plantadas, seguido por Francia con 25.000 hectáreas, Italia, España, Sudáfrica, Nueva Zelanda y Estados Unidos.

El Malbec es la cepa insignia de Argentina y eso también fue gracias al prócer de la educación del país. Quiso ver grande a la patria y sembró la semilla de esta cepa.

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