El director de cine francés François Ozon dijo cierta vez que la única forma de que una película sobre una muerte o una separación tuviese un final feliz, sería contarla de atrás para adelante. En el caso del incomparable artista Freddie Mercury, quién escribe estas líneas, tendría que empezar entonces recordando el llanto que no pudo contener al escuchar por la radio la noticia de su muerte, una tarde soleada de noviembre de 1991 que se oscureció en ese instante. Mientras sonaba como telón de cierre “The Show Must Go On”, uno de los cien artistas más influyentes de todos los tiempos acababa de morir…

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